Ya sea desde la perspectiva de padre, abuelo, maestro, catequista, etc., todas aquellas personas encargadas del cuidado infantil tienen una preocupación principal: el bienestar de los niños. Este bienestar abarca diversos aspectos de la vida, como el físico, mental y emocional.
Generalmente, el foco de atención lo reciben tanto el aspecto físico como el mental, de tal manera que podríamos asegurar que la educación se encuentra casi exclusivamente dirigida a contextos como: la buena alimentación, educación matemática y gramática, educación física y deportes, ciencias naturales, historia, etc.
Esto ocasiona que en muchas -muchísimas- ocasiones, se ignore la importancia de la educación emocional en el desarrollo infantil. Solo basta recordar las veces que en nuestra vida adulta nos hemos sentido confundidos, emocionados, alegres o molestos con tal intensidad que, al no conocer la manera de manejar estas emociones, afectamos positiva o negativamente nuestro entorno.
Y es que las emociones y sentimientos son algo que todos comprendemos, pues los relacionamos con experiencias -personas, objetos, lugares o sucesos-, pero que nos causan problemas cuando queremos imprimirles significados concretos, definir sus límites o puntualizar sus características. Este grado de subjetividad hace que conceptos como la tristeza, ira, pasión, miedo y alegría sean fáciles de intuir, pero difíciles de definir y manejar.
Así llegamos al amor, probablemente el sentimiento que más importancia tiene, al menos en occidente, la fuente que abarca nuestra existencia y de la que brota el agua fresca que nos da sentido. Porque el amor abarca diferentes etapas y se expresa en todos los ámbitos de la vida humana. A partir de él podemos definir otros sentimientos y emociones, conocernos como individuos y transformar nuestro entorno; comprender nuestra existencia y establecernos metas en la vida.
Sin embargo, generalmente no hemos sido formados para saber amar, para dejar de amar en el momento oportuno, o para no malinterpretar lo que es el amor. Por ello, es necesario encontrar herramientas que nos permitan hablar a nuestros niños del amor: ¿qué es?, ¿qué no es?, ¿por qué es importante amar?, ¿a quién(es) se puede amar?, ¿se puede dejar de amar?
Así, los ayudaremos a crecer espiritualmente, y tal vez, de esta forma, contribuyamos a formar adultos que comprendan mejor la importancia del amor como contracara de la violencia, entendiendo que este sentimiento es “la respuesta” a muchas incógnitas, y no un obstáculo o sufrimiento.
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